octubre 31, 2008

Y tú, ¿Me quieres a mí?

Abren y cierran la puerta, estoy sentado con en una sala de estudio en la universidad, se supone que debo estar estudiando pero en realidad no hago más que mirar la puerta esperando una mirada.
Son las once y media y Anderson esta a mi costado durmiendo porque esta cansado de estar cansado, debería estar estudiando pero el recostarse en sus brazos parece mejor idea que mirar las separatas que están en frente de él. Al otro lado esta Jonathan, él sí está estudiando, ahora mira lo que escribo, bromea.
Yo estoy acá, escribiendo (mi dudoso talento), acabo de leer una novela de Ribeyro, miro para un lado y para el otro, aún me siento angustiado y no es por la práctica de esta tarde, es por esa mirada que no logra cruzar esa puerta que no dejo de ver.
El café ha dejado un sabor amargo en la boca, un cigarro estaría bien pero no se puede fumar en este lugar, tampoco pudo escuchar música porque Anderson abusa de mi MP3 reventando sus odios con la explosión de notas musicales que parecen nunca terminar de impactar contra él, lo mejor sería salir a caminar un rato, pero suficiente tengo con toda la porquería que traigo en la cabeza, estoy cansado de los libros sobre la mesa, de tener que aguantar a los catedráticos, al rector, a los decanos y toda esa élite que cuida la cuna de los profesionales, si tan solo supieran que yo no soy el único que cree que todo esto es una mierda…
Después de varios minutos nos aburrimos de “estudiar”, una severa inversión de siete soles en cafeína no me ha vuelto la razón, pero aun sigo con estas líneas que no llegan a su fin. Salimos de los cubículos y Omar esta afuera con su enamorada, bromeamos, reímos y yo todavía no encuentro esa mirada. Omar me dice que escuche una canción, la escucho, es perfecta.
Cuando salgo por una dosis más de café logro reconocer una mirada entre la multitud, me saluda, me hace una pregunta, se va…
Con Joaquín Sabina en los oídos ya es suficiente para seguir pensando en el mismo tema, y este mensaje de texto que me acaba de llegar no puedo rechazarlo, es una invitación informal a estrechar palabras con esa mirada, tal vez un abrazo y preguntas con respuestas inexactas.
Bajo las escaleras de esta universidad que no termina de aburrirme. Quinto piso, cuarto y ahí esta esa mirada, saliendo de un salón que nunca he entrado. Un saludo, un “acompáñame”, una conversación trivial, una larga caminata que consiste en subir y bajar las escaleras, por fin nos sentamos en las escaleras, otro café me acompaña y la conversación continua. Puedo sentir el líquido fluir por mi garganta, amargo, áspero, agradable.
- Y tú, ¿Me quieres a mí? – sentencio con una sonrisa a medias.
Una despedida más, “espérame a la salida” mientras acariciaba mi cabello.
Las dos de la tarde marca mi celular, y estoy con Omar y Anderson (de repente Anderson se vuelve un amigo indiscutible), me he vuelto un poco más locuaz cuando hablo del tema, me dice que no me desespere, que siga el curso de las cosas, que si me apresuro todo saldrá mal. Escucho con atención, el viento azota y estira mi cabello.
Estoy caminando apurado, la práctica ya debe de haber empezado, solo pienso en que debo salir rápido a escribir para sobrevivir al estereotipo sistemático de la capital, una especie de bestia ruda capaz de despojarte de la sensibilidad, del lado mas humano de vivir.
Han pasado veinte minutos y estoy con el examen frente a mí, un profesor cuida el salón, es bajito, serio y viste de corbata, parece que estuviera amargo por algo o alguien, por eso yo trato de no mirarlo, por el contrario me dedico a terminar esta prueba que no prueba nada.
Ha pasado poco más de quince minutos, mi pie derecho delata mi desesperación por salir, miro el reloj a cada rato.
He resuelto todo el examen, creo que esta vez me ha ido bien.
No puedo evitarlo más y abro mi mochila, meto todo lo que puedo, entrego la prueba.
Salgo del salón.

octubre 07, 2008

Carito

He pasado mi domingo junto a Carito, la inocencia y ternura en la mirada, la dulzura y la alegría de vivir las cosas a su manera.
Cuando llegué a la casa de mi tío, luego de ser el chofer de mis primos, ella estaba sentada en la mesa comiendo, no había cambiado mucho después de tres meses (casi nadie cambia en tres meses), me reconoció al instante y me saludó con mucho cariño, yo también porque me acuerdo bien cuando nos conocimos en la oficina de mi hermana.
No hablamos mucho en ese momento porque fui a la cocina a buscar algo que comer, y me quede conversando con Romi y Piera (unas primas muy particulares que me hacen reír mucho).
Luego de haber comido demasiado con mis primas y algunos primos, fui al cuarto de Nicolás a dormir un rato, me eché, acomodé unas cuantas almohadas (porque dormir se ha vuelto una vez más un problema), estuve a punto de cerrar los ojos y apareció ella con una sonrisa interminable, diciéndome:
-Chino, ¡te encontré! – Mientras yo me reía de esa forma tan curiosa al hablar.
No entendí muy bien lo que me quería decir, pero se recostó junto a mí, me besó la mejilla y me dijo que durmiera, y yo, muy obediente, me quedé dormido.
Desperté un poco ofuscado y ella aún estaba ahí, a mi costado mirándome y sonriendo de nuevo, sentía su fragancia a inocencia y me convertía en la persona más feliz cuando ella me acariciaba.
No sé cuanto tiempo pasamos en la cama de Nicolás, pero luego ella tenía que irse, y la noche se tornó muy triste
Carito, me dolió mucho verte llorar cuando nos despedimos, me dejó muy triste y apenado y sé que para tus escasos cuatro años no entiendes muchas cosas, y yo a mis diecisiete estoy casi como tú, pero espero lo mejor para ti. Dios, yo que no merezco nada por dudar de tu dudosa existencia, solo te pido que la cuides, que la protejas de todos esos niñitos que en el jardín se portan mal, para que ellos no le hagan nada malo y si es posible castígalos si es que se les ocurre hacer daño a mi Carito.

octubre 01, 2008

Cuando estas en la universidad

Cuando estas en la universidad, las legañas te invaden poco a poco tus pestañas, los bostezos son más frecuentes, el café se vuelve una bebida progresiva y los días son largos e interminables, y al mismo tiempo cortos y fugaces.
También existen ciertas ventajas, conoces gente interesante (si tienes suerte), te tocan buenos horarios (si tienes suerte), y consigues una bonita y simpática enamorada (si tienes suerte). No es por hacerme la victima de esta realidad, pero siempre he tenido mala suerte, lo peor de todo es que el colmo de poseer esta mala suerte, es que, cuando tengo buena suerte, no recibo algo que me guste, pero ese no es el tema.
La universidad, la fabrica de profesionales (no sé quién lo dijo, pero me gusta) el lugar donde tengo que pasar mas de diez horas, sentado en el vientre de las aulas, con los lentes (sino me quedaré más ciego), con un lapicero a media tinta, y un cuaderno que esta en blanco, al igual que mi cerebro.
Cuando estas en la universidad, la biblioteca es tu centro de refugio, aunque de todo lo que lees entiendes nada, pero igual, te metes a esos cubículos ridículos, crees que puedes aprobar una práctica, te metes en la psicología del “si se puede”, y lees, no entiendes pero lees. Lo peor de todo es que gastas más de dos soles para un resaltador, y subrayas lo más importante, pero sabes que no entiendes, estas hecho un zombie, vives en tu mundo de progreso y éxito, pero no entiendes nada de lo que lees.
Sales de tu practica, crees que te ha ido bien, lo difundes a tus amigos, dices que estas tranquilo, que te ha ido bien, y que es mejor que vayas a festejar de que apruebas de ley. Esa noche, tomas, bailas, esta alegre, sin embargo te cuestionas si en verdad te ha ido bien (te jodiste compare!), y prendes un cigarro, te alejas de la fiesta, ahora si estas preocupado, no quieres preguntar a nadie sobre el examen, te pueden mandar a la m...
Estas con la resaca, mareos, sed, pérdida del equilibrio, ojos rojos, etc. Síntomas de una resaca brutal, y esperas a que se te pase para que puedas comer algo rico.
Los días pasan, la tortura es grande (y encima tienes más prácticas), ahora preguntas, y la gente, al igual que tu, esta mas confundida.
Llega el día de la entrega de practicas (¿estas nervioso?... ni tú lo sabes), los apellidos son soltados al espacio estelar de las aulas, están entregando las practicas, y tu sigues preocupado, miras a una lado, miras a otro, hay gente contenta, hay gente triste y hay gente (al igual que tu) conformista. Pero tu caso es diferente, puedes ser conformista, pero esa nota tiene que ser buena, o por lo menos tú tan continuo once.
- Vásquez…
Eres el ultimo de la lista, y todos te ven (uuuuuuyyy, estas frito), caminas, todo esta lento, puedes ver los ojos de la profesora que tanto odias, piensas, y el mundo entero cruza por tu cabeza, desde que naciste hasta que mueras cuando veas tu nota.
Ves tu nota, haz festejado en vano, incluso podrías llorar, pero eres un hombre (estas en un mundo machista) y caminas cabizbajo, buscando… no buscas nada, simplemente el profe cree que tus argumentos, ideas, síntesis, hipótesis, opiniones, etc no son las que el quería que sea, y esfuérzate más para la próxima, que tal vez sea mas difícil.
Cuando estas en la universidad, estas en un infierno pintado como un camino de logros, éxitos, triunfos y todo lo que más quieras ponerle a esa mascara, al fin y al cabo, es solo un camino, una fabrica de profesionales, un universo lleno de promesas.
Me voy a leer.