octubre 07, 2008

Carito

He pasado mi domingo junto a Carito, la inocencia y ternura en la mirada, la dulzura y la alegría de vivir las cosas a su manera.
Cuando llegué a la casa de mi tío, luego de ser el chofer de mis primos, ella estaba sentada en la mesa comiendo, no había cambiado mucho después de tres meses (casi nadie cambia en tres meses), me reconoció al instante y me saludó con mucho cariño, yo también porque me acuerdo bien cuando nos conocimos en la oficina de mi hermana.
No hablamos mucho en ese momento porque fui a la cocina a buscar algo que comer, y me quede conversando con Romi y Piera (unas primas muy particulares que me hacen reír mucho).
Luego de haber comido demasiado con mis primas y algunos primos, fui al cuarto de Nicolás a dormir un rato, me eché, acomodé unas cuantas almohadas (porque dormir se ha vuelto una vez más un problema), estuve a punto de cerrar los ojos y apareció ella con una sonrisa interminable, diciéndome:
-Chino, ¡te encontré! – Mientras yo me reía de esa forma tan curiosa al hablar.
No entendí muy bien lo que me quería decir, pero se recostó junto a mí, me besó la mejilla y me dijo que durmiera, y yo, muy obediente, me quedé dormido.
Desperté un poco ofuscado y ella aún estaba ahí, a mi costado mirándome y sonriendo de nuevo, sentía su fragancia a inocencia y me convertía en la persona más feliz cuando ella me acariciaba.
No sé cuanto tiempo pasamos en la cama de Nicolás, pero luego ella tenía que irse, y la noche se tornó muy triste
Carito, me dolió mucho verte llorar cuando nos despedimos, me dejó muy triste y apenado y sé que para tus escasos cuatro años no entiendes muchas cosas, y yo a mis diecisiete estoy casi como tú, pero espero lo mejor para ti. Dios, yo que no merezco nada por dudar de tu dudosa existencia, solo te pido que la cuides, que la protejas de todos esos niñitos que en el jardín se portan mal, para que ellos no le hagan nada malo y si es posible castígalos si es que se les ocurre hacer daño a mi Carito.

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