mayo 29, 2012

Alegrías, nunca más

7

En la mañana desperté y me di cuenta que me había quedado dormido con lo que tenía puesto. Era una extraña mañana, en clima limeño desató ráfagas de sol en medio de un invierno violento, aunque desde el ventanal de mi casa, aquellos cerros aún tenían algo de neblina en la cima.

Ya ahí parado, mirando la calle desde la ventana, reparé en que no había nadie en casa. Encontré una nota y algo de dinero sobre mi mesa de noche: “Gonzalito, salí donde tu tía, te dejo algo de dinero. Nos vemos en la noche. Te quiero.” Era, indiscutiblemente, la letra de mamá.

Nunca me sentí muy pegado hacia mi familia, haciendo un breve repaso sobre mi relación familiar me daba cuenta que siempre me limité a esconderme en mi cuarto. A papá nunca lo vi. Antes de que se fuera de casa, yo siempre llegaba tarde de clases y lo encontraba dormido, él se despertaba temprano para ir a la oficina y yo aún estaba en media noche. Los fines de semana papá desaparecía, por lo cual, desde que se fue, nunca me chocó su ausencia.

Con mamá tenía un contacto total, ella siempre estaba en casa, salvo las veces que viajaba por trabajo. Por lo demás, procurábamos almorzar juntos, conversábamos mucho y la relación tenía mucho cariño, pero ¿Qué podía decir ahora? Desde que apareció Mónica, alejé a mamá sin saber por qué, y eso no lo fui notando hasta que un día mamá me preguntó “¿Qué pasa Gonzalito? ¿Por qué ya no hablamos?” ¡¿Qué podía decirle?! ¿Qué estaba enamorado de una puta? Sería romperle el corazón y que se preocupe más de lo que ya estaba preocupada por mí, por que nunca le faltaron motivos para desconfiar de mí, ella sabía de mis malas juntas, sospechaba de que mis perdidas no eran tranquilas. Pero siempre guardó silencio y muchas noches escuchaba mi nombre en sus oraciones.

El celular empezó a sonar y cortó con toda mi reflexión familiar. Era Gustavo, me sorprendió saber que me estaba llamando, había pasado mucho tiempo sin saber de él.

-¡Gonzalo! ¿Cómo estás?

-Bien, Gus ¿Tú cómo vas?

-Bien, también, gracias. Te llamo para preguntarte si vas a estar ocupado hoy día.

-Anoche estaba con Diana, me dijo que hoy quería salir conmigo y la verdad no ha llamado.

-Mira, vamos a hacer algo, Alexandra planea hacer una reunión de bienvenida, algo pequeño en la noche ¿Qué te parece si vamos a almorzar, de paso nos ponemos al día y le damos la sorpresa a Diana?

-Me parece perfecto ¿cómo hacemos?

-¿Sigues viviendo en La Molina?

-Sí.

-Entonces paso por tu casa en una hora. No le creas al sol, lleva un abrigo. Hasta entonces.

Colgó y me quedé pensando en qué había hecho de bueno en esta vida para merecer tan buenos amigos que, al poco tiempo de conocerme, tomaban una gran simpatía por mí, sobre todo Gustavo, con quien, irónicamente, todo empezó con el pie izquierdo.

Lo había conocido poco tiempo después de conocer a Diana, a decir verdad fue ella quien me lo presentó. Alexandra, otra amiga de Diana, me contó que desde pequeños, Diana y Gustavo, siempre fueron forzados por sus padres y por el círculo a que sean enamorados, creo que, incluso, lo intentaron por un tiempo, pero no dio resultado. Cuando no hay química, no hay química, me dijo Diana.

Cuando Gustavo me conoció, pensó, me lo dijo después, que yo era un pobre imbécil, que no merecía a Diana y que siempre busco tener un roce conmigo para tener una pendencia. Por mi lado la cosa iba diferente, no me interesaba lo que piense ese tipejo de mí, Diana salía conmigo le guste o no, y si quería buscar alguna gresca, no estaba dispuesto a quedar en ridículo. Siempre me hice respetar en el colegio que estudié, que no era precisamente un colegio tranquilo. Algunas veces tuve que ir hasta los golpes y este patán no iba a ser la excepción.

Así como al comienzo todo fue muy complicado, la amistad tenía que caer por sí sola. Diana siempre me decía que Gustavo y yo teníamos mucho en común, me decía que trate de conversar con él en las reuniones, que me acerque y que no le tenga miedo. Yo le decía que no le tenía miedo, solo que, como ella y él, tampoco había química entre los dos. Diana se reía y me besaba “Eres muy lindo.” Me decía y sentía que estaba con un ángel a mi costado.

Fue lento cómo empezó la amistad. Costó mucho convencerme de que un tipo alto, rubio, que llevaba lentes oscuros de aviador y pantalones apretados al muy estilo indie rock, fuera una persona tan etérea, tan simple y generosa. Gustavo y yo empezamos a coincidir en demasiadas cosas y era inevitable ocultarlo o que el grupo lo notara. Fue cuestión de tiempo para que Gustavo me recomiende películas, novelas o algo de música. Por mi parte le recomendé que leyera la novela que me cambió la vida, esa que, después de leerla, todo tuvo un sentido diferente para mí. Cuando él terminó de leerla, llegó agradecido a mi casa con ganas de leer otra novela de Herman Hesse, pues Demian era el comienzo.

Pasó una hora y Gustavo me llamó, estaba en la puerta. Salí y lo vi, sonriente, sabiendo que ambos disfrutábamos mucho de la compañía del otro. Subí a la camioneta y me saludó con mucha efusividad.

No sabría decir si Gustavo era exactamente un amigo con el que congeniaba en su totalidad, como Jorge. A pesar de su look y estilo, de su filosofía artística-hippie-rockera, aún conservaba muchas costumbres con la que fue criado, frecuentaba un club, le gustaba ir a los restaurantes nuevos, a las discotecas más chic de Lima. Sin embargo, era un amigo en el cual podía confiar, era exageradamente generoso, cariñoso y muy divertido.

Fuimos a un nuevo restaurante en Miraflores, me comentó que su primo era el chef. Empezó a contarme de su viaje a Estados Unidos, de lo realmente genial que es Palm Springs. Me decía que teníamos que ir, que ahí sucedían cosas espectaculares, que podríamos quedarnos en la casa de su tío, que no la usaba y nosotros podíamos arreglarla con un buen estilo rocker y podríamos organizar las mejores fiestas de América. Yo solo me reía de su imaginación tan vital.

-Dime ¿Qué es lo que pasa con Diana?- Me preguntó sin ningún temor, mirando el mar.

-Yo también me he formulado la misma pregunta- Le respondí, sin miedo, sabiendo que tenía a un amigo en quien confiar. Tomé un largo sorbo de mi Corona.

-Es muy raro lo que pasa entre ustedes dos ¿Sabes? Me parece que son el uno para el otro, pero también creo que no lo sabes ver.

-Me gustaría sentir lo mismo que Diana siente por mí, pero la verdad Mónica esta en mi cabeza, no hay forma de detenerlo. En verdad en lo único que estaba pensando es en cómo pude haberme enamorado de Mónica y no de Diana, incluso en el contexto en el que van sucediendo las cosas.

-No creo que ames a Mónica, una persona que ama, no hace las cosas que tú le haz hecho a Mónica. Es hora de que lo enfrentes, Mónica te tiene agarrado de las pelotas, no me vas a mentir.

-Es probable, pero mientras me tiene agarrado de las pelotas es difícil ¿No lo crees?

-Mira Gonzalo, veámoslo de esta forma ¿No te haz dado cuenta que a pesar de que Diana anda metida en sus tonteras, es una chica con clase?

-Desde luego, ella no me montaría ningún espectáculo.

-¡Claro! Es porque desde pequeña fue así, nunca haría un escándalo, ella siempre se comporta a la altura. En cambio Mónica, no tiene ni un pelo de la clase que tiene Diana.

-Es cierto.- Dije y pedí otra Corona.

-Bueno, no solo ese es un buen argumento para que te des cuenta. Diana también tiene esa sensibilidad, esa ligera inclinación hacia el mundo que te gusta. Yo los he visto a ambos en las librerías y en cómo sostienen una conversación de horas, bajo un mismo tema, en un café.

-Sí, con Diana el visitar librerías, conversar, e incluso ir al cine es una maravilla.

-Pero con Mónica ¿No me dijiste, acaso, que ella se aburre contigo en las librerías, que no lee, que tienes que enseñarle a ver cine? Gonzalo, estás adiestrando un mono.

-La verdad sí, muchas veces termino aburriéndome con ella, que en el último año se ha vuelto muy seguido.

-¿Te haz preguntado sobre la familia de Diana?

-No, solo sé que sus padres viajan demasiado.

-Bueno, Gonzalo, acá te daré la noticia y terminará el misterio. Te diré lo que ha de importarte, la familia materna de Diana es muy pegada al círculo artístico de Lima ¿No haz notado que el segundo apellido de Diana es el mismo de aquel escritor que te gusta tanto? Es porque es su tío y ella es su sobrina favorita. Piensa en los articulistas de los diarios ¿No tienen también su segundo apellido? Algunos actores y actrices, locutores de radios, periodistas. Gonzalo, esta no solo es una mujer que te ama, es una mujer que puede ofrecerte la escotilla que necesitas para que el sitio en internet donde escribes sea el boom.

Me dejó perplejo, no había notado tanas coincidencias.

-Gonzalo, despierta. Mónica nunca va a tener eso de por medio, la familia de Mónica nunca a alzado un libro ¿No te haz preguntado si saben leer?- Dijo y ambos soltamos un risa burlona.- Tu necesitas a una mujer de verdad y en verdad tienes que saber dónde está. Y no creo que esa Mónica sea lo que realmente buscas ¿Alguna vez la haz llevado a alguna de nuestras reuniones?

-No.- Dije algo avergonzado.

-Es porque ni si quiera te causa orgullo llevarla. Con la proporción masa-estatura yo tampoco la llevaría. No estás enamorado, Gonzalo, es hora de que te des cuenta.

Terminamos de comer, el insistió en pagar y sacó su tarjeta de crédito. Me quedé pensando en lo que me había dicho. Hasta cierto punto era demasiado superficial su análisis. Pero en algo no se equivocaba, Diana no era con Mónica, era una señorita, siempre se comportaba a la altura y definitivamente, tenía clase. También era cierto que Diana nunca haría las cosas que hizo Mónica. Diana no era tan fácil, no se regalaba a nadie. Menos a uno de mis amigos.

Fuimos a la casa de Alexandra, que también no la veía por mucho tiempo. Me saludo con todo el cariño que nos teníamos. Me explicó acerca de la reunión para Diana, era sorpresa así que mi colaboración era indispensable. Se encargaron de llamar a los amigos más cercanos y cuando Diana me llamó, le dije que vaya a la casa de Alexandra, que era una emergencia. Llegó a los quince minutos y se desato el carnaval de abrazo, de bienvenidas y me sentí bien de estar al lado de ella, de acompañarla en sus momentos de alegría también.

Nos quedamos hasta las diez de la noche, conversamos mucho, contamos anécdotas y el ambiente se llenó de alegría.

Gustavo me dijo que me llevaría a casa. Primero fuimos a dejar a Diana, luego fuimos hasta La Molina y en el camino seguía hablando de Mónica, de Diana y mi relación con ellas. Yo le dije que ya era suficiente por ese día, que mejor hablemos de otra cosa.

Nos despedimos y cuando bajé de la camioneta vi a Romina en la puerta de su casa, ella me miró y cambió de expresión ¿Odio? ¿Rencor por lo que sucedió? No lo sé. Ella volvió a los labios de su enamorado y yo volví a Gustavo.

-Ella es Romina.- Dije.

-¡Vaya! Es muy guapa. Tienes unos gustos admirables. No sé cómo Mónica entró a tu vida.

Nos reímos y entré a casa. Mamá no había llegado, pero Érica, mi hermana, estaba con su enamorado en la sala. Los saludé y me quedé conversando con ellos.

mayo 24, 2012

Alegrías, nunca más


6

Cuando por fin terminó la última mudanza de mi vidajunto a mi familia, Romina llegó a mi nueva casa a saludar y celebrar que desde ese momento, en adelante, seriamos vecinos y una dupla inseparable. Y así fue, todo el tiempo que estaba en el barrio, lo pasaba junto a Romina. En las noches salíamos a caminar mientras conversábamos y, por lo general, siempre la invitaba a casa a ver una película.
Fue junto a ella que creció desorbitadamente mi adicción al cine. Me convertí en un cinéfilo y Romina supo motivar todo eso a tal punto que empecé a escribir artículos de cine en la revista de la universidad. Mensualmente consumía una interminable cantidad de películas e iba descartando o eligiendo posibles títulos que me sorprendían. Al final escogía uno presentable y redactaba una breve sinopsis, unos comentarios e ideas inteligentes que podían motivar al lector a ver dicha película.
Eso significaba que Romina acompañara toda mi travesía cine-literaria. Era a ella a quien le consultaba las películas, le mostraba, antes de enviar lo artículos, mis avances y era con ella con quien esperaba todos los primeros miércoles de cada mes para encontrar en los suplementos de un diario, la revista universitaria donde había escrito.
El que me mudara cerca a la casa de Romina, coincidía con el inicio de mi relación con Mónica. Por eso, frente a Mónica, oculté mi acercamiento hacia Romina, pues cualquier ataque de celos podría terminar en una tragedia. Sin embargo, Romina siempre respetó mi relación con Mónica, a pesar de que muchas veces yo terminaba amargo, molesto o decepcionado por cualquier problema que tenía con Mónica y llegaba a nuestras tertulias comportándome como un completo idiota, Romina nunca me reprochó nada, por elcontrario, era yo quien al final pedía perdón por mi mala actitud.
Romina también tenía enamorado, supongo que no era celoso o supongo que nunca supo de mi existencia. Lo cierto es que yo jamás me entere si él le hizo algún escándalo sobre nuestra amistad tan cercana.
¿En qué momento terminó la amistad? ¿Cuál fue el preciso momento en que ambos nos empezamos a ver diferente? ¿Cómo así volvió a aparecer aquel amor, aquella ilusión que de niños había surgido y ahora nos volvía a atacar? Pues fue silencioso, furtivo y en algún momento los abrazos, las palabras, las miradas tomaban otra forma.
Fue en mi cumpleaños, mamá se encontraba de viaje, la noche anterior había estado con unos amigos y Mónica en una discoteca. Pero esa noche Romina fue a mi casa con un libro, un libro que había estado codiciando por mucho tiempo. Me lo regaló y luego fuimos a mi habitación donde conversamos con Jorge, mi fiel amigo y Nicolás, mi primo.
En realidad nunca disfruté de celebrar mi cumpleaños, no entendía como existen personas que aman hacer una fiesta interminable, atendiendo a todo el mundo, limpiando los vómitos y al día siguiente ordenar la catástrofe. Es por eso que siempre he preferido asistir a las fiestas y, por definición, nunca hacer una. Prefería el pequeño espacio entre los que quería y yo.
Romina se encargó de montar una pequeña fiesta para mí. Mi hermana me pidió que vaya a la casa de una tía a hacerle un favor. Pero lo que yo no sospechaba era que ellas y ellos se encargaron de llamar a algunos amigos, comprar un pastel de cumpleaños, algunas cervezas de mis favoritas y para cuando ya estaba de regreso, me dieron la sorpresa.
Volví a encontrarme con amigos que no veía hacía mucho tiempo y todos nos divertimos.
Al final de la noche, Romina me ayudaba a ordenar y limpiar las cosas, riéndose de mí y tomando, conmigo, unas cervezas. Fuimos a la sala, prendimos la televisión y buscamos algo entretenido. Fue cuando Romina me entregó una carta donde me confesaba todo, decía que se estaba enamorando y que esperaba, a pesar de la confesión, que la relación entre los dos no terminara. A lo largo de toda nuestra amistad, después de muchos años, a pesar de que ambos teníamos enamorados, nos dimos el primer beso. En el momento en que iba sucediendo, me iba quitando un peso de encima, un peso que cargaba durante tanto tiempo. Ambos nos encargamos de ocultar nuestros amoríos, nos encargamos de volvernos amantes.
Jorge, una noche, mientras le actualizaba los sucesos con Romina, me sorprendió diciéndome algo en lo que realmente no habíapensado.
-Así que sientes que la quieres ¿No?- Me dijo.
-Sí, no la amo, pero sí, definitivamente la quiero.
-Pero amas a Mónica ¿Cierto?
-¡Claro! Es mi enamorada.
-¿No es la historia la que te está atrapando?- Me dijo y hubo un largo silencio.
-No entiendo, explícate.
-¿No se te hace raro que a tu enamorada la ames contra viento y marea, a pesar de que dramatiza todo y etcétera, y estés enredándote con Romina, que es la chica con la que te vuelves a ver después de tantos años? No estás enamorado de Romina, solo de la historia, quieres pagar la factura después de que se te pasó la fiesta. Y ahora sientes que tienes una oportunidad de nuevo y solo estás terminando la historia inconclusa que siempre tuviste con ella.
-Trato de entenderte, pero siento que estás equivocado.
-Vamos con calma ¿Estarías dispuesto a terminar con tu enamorada por Romina?
-No, no lo creo.
-¿Crees que Romina terminaría su larga relación de tantos años con Fernandito, por ti?
-No lo creo.
-Ahí esta pues, solo están enamorándose del pasado, de los recuerdos que tienen de niños, pero ambos saben que ya tienen un presente sentimental hecho y ninguno va a cambiarlos, solo van a ajustar cuentas, van a cerrar la historia pendiente.
-Veo que eres todo un sabio.- Dije realmente convencido, sonaba como la pura verdad.
-Bueno, aparte, tú me has dicho que la mamá de Romina no te cae, y que es una puta que le saca la vuelta a su marido y que Romina sabe bien eso y que, incluso, se presta para cubrir las pendejadas de su mamá ¿O me equivoco?
-Eso es cierto.
-Entonces no me vas a venir con el cuento de que te has enamorado de tremenda mentirosa. Si le pone los cuernos a Fernando contigo, al igual que su mamá lo hace con su esposo ¿No crees que no es una mujer con la que realmente estarías?
Y Jorge no se equivocaba, las primeras cosas de las que me enteré acerca de la familia de Romina, era que su mamá tenía un amante. Pero no fue por tonteras, al parecer, el padre de Romina, cometió un desliz con una secretaria de su trabajo o quizá solo una mujer cualquiera ¿Quién sabe? Lo cierto es que nunca supo ocultar su amor furtivo y la mamá de Romina terminó enterándose. Todas las personas que me lo contaban (algunas con más detalles que las otras) coincidían en lo mismo, la señora no aguantó y buscó venganza. Cegada por sus intenciones, se olvidaba de ser madre y prefirió al amante. Casi todas las noches la encontraba bien vestida en la puerta de su casa, esperando que una camioneta se estacione cerca de ella y se la lleve.
“Pobre Rominita” escuchaba decir a las señoras que llegaban con los chismes a la casa, pero casi nadie sabía la verdad. Romina ocultaba y actuaba con camaradería frente a la venganza de su mamá. No por eso resultaba raro que un año nuevo Romina, su mamá y el amante lo pasaran en una casa de verano en Trujillo. Yo vi las fotos y con lo que me contaban todo coincidía. Los hermanos de Romina y su padre pasaron aquel año nuevo, solos.
Tampoco se me hizo raro que la madre de Romina prolongara su amorío con este tipo, puesto que cuando ya vivía cerca a su casa, una vez estuve en un café con un primo celebrando su llegada a Lima, y vi a la señora, de la mano con otro tipo. Obviamente no me acerqué, no quería generar ningún escándalo con Romina, quien en ese momento también era mi amante.
También era obvio notar que la familia de Romina no tenía cierta solvencia económica. Eso a mí no me importaba, pero a Romina, que tenía esa feroz desesperación de salir de esa casa en la cual nadie había entrado, de esa casa que era la oveja negra en el barrio de edificios y departamentos modernos, que dejó la universidad para apoyar con los gastos de su familia, realmente le importaba y obviamente fue por ese motivo que prefería que su mamá se relacionara con este hombre misterioso de baja estatura que tenía dicha camioneta. El tiro le salió por la culata cuando el padre de Romina fue ascendido de una manera magistral, pues fue en cuestión de meses que ocupo un cargo más importante, y su sueldo se volvió proporcional a su cargo en la empresa. Cuando Romina y su madre percibieron esto, ya era muy tarde. Su papá no iba a darles ni un centavo, no iba a apoyarla con la universidad y no iba avestir ni a subir a su nuevo auto a una mujer infiel y a una hija cruelmente arribista y ambiciosa. Por eso, este hombre de nueva categoría social, se encargó de excluirla a su mujer de su nuevo entorno, contándole a todo sucírculo social las porquerías que cometía de noche con un hombre que, ahora, ya no le presentaba ningún problema. Se empezó a jactar de la cantidad de mujeres que ahora lo perseguían y la madre de Romina y Romina empezaron a caminar con la cabeza abajo.
Pero, a pesar del sabio consejo de Jorge, que me detuviera y olvide aquella historia que me tenía atrapado. Seguí viendo a Romina a escondidas.
A pesar de que salíamos hasta la hora que deseáramos,nunca nos habíamos acostado. Nuestras salidas quedaban en solo besos y un ambiente de amor, de ternura, como si volviéramos a tener once años.