noviembre 18, 2008

Date with "the golden girl"

No entré a clases, me la pase fumando, escuchando música y conversando con Anderson y Omar. Entre coca-colas, cigarros, risas y comentarios, sonó mi celular, un sonido raro, fue un sonido que no escucho con mucha frecuencia de ese aparatito blanco. Entonces cogí el celular, y lei: “date with the golden girl”
No lo podía creer, tan rápido había pasado un año desde ese pacto. Y recordé lo que paso hace un año, que según mi diario, el episodio es narrado de esta manera.


18 de noviembre de 2007:

Fuimos al café que siempre voy, pedimos algo para beber, fuimos al segundo piso y nos sentamos en la mesa de la esquina. Conversamos como nunca, es tan genial cuando ríe. Hablamos sobre qué pasará con nosotros cuando acaba esto, “el cole”, le dije que quería ser escritor, que una novela estaría bien, así no sea un éxito total, me conformaría trabajando en un diario y ganado lo necesario para vivir en un cuartito y haciendo lo que más me gusta, escribir. Me dijo que le gustaría estudiar algo con letras, derecho le parece buena idea, y que también está averiguando sobre esa carrera nueva: “administración de negocios internacionales”, -Es muy tocada esa carrera- logré decirle después.
Entre café, risas, conversaciones y miradas, quedamos en volver a vernos el próximo año a la misma hora, mismo lugar, solo nosotros dos, así pase lo que pase, ambos aceptamos, espero que logremos cumplirlo.
Luego del café, fuimos caminando a mi casa, ella hacia un comentario sobre nuestras manos (¿Por qué no me gusta caminar de la mano con nadie? Me pregunté) le terminé explicando que no era muy cómodo para mí, ella se puso seria.
Acá en casa miramos tele, luego me quede dormido en el mueble (¿Ya dije que me encanta que juegue con mi cabello?). Luego me desperté y ella tenía que irse.




(Diario escrito desde enero del 2007 hasta abril del 2008)

Me quedé en silencio, empecé a dudar en si ir o no, aún era temprano para las cuatro de la tarde, pero ¿Debería de ir?
Me olvidé del asunto, me hice el desinteresado, seguí mi rumbo universitario entre los salones y se lo conté a Anderson.


- No vayas huevón, mejor préstame dinero.

Sabio consejo y se lo presté, como andaba (ando) con todo este rollo de la bohemia en la cabeza no dudé en hacerlo. Fuimos por algo de comer, y entre conversaciones y conversaciones el asunto de la “cita” ya se había desaparecido por completo.
Regreso a la universidad fuimos al bosque, nos tiramos al pasto, Omar se puso a dormir, cogí un cigarro y Anderson me siguió la rutina. Volví a preguntarle.


- No vayas huevón, todas las “ex” se vuelven perras- me dijo, y yo no pude contener la risa.

Terminé mi labor universitario y caminé al paradero.
Caminaba y pensaba, me daba cuenta que no podía olvidarme bien del asunto. Paré el carro, subí y fui a mi casa.
Llegué y todo estaba igual, la severa confusión de si ir o no al café, de enfrentarme a ella o no, de saber si anda bien o no, todo eso se mezclaba en una suerte de masa confusa en mi cabeza, era obvio no podía olvidar de que mañana (19 de noviembre) iba a ser su cumple, y que un día como hoy hicimos un pacto, un pacto el cual yo no estaba dispuesto a romperlo. Me puse mi polera y salí sin dudarlo una vez más.
Caminaba, rumbo al café, pensando en qué decirle, un “hola, ¿Qué tal?” no bastaría, y tampoco el estar quince minutos con ella y salir poniendo una excusa tonta sería buena idea. Tenía que asumirlo con gallardía, y seguí pensando en lo que podría decirle cuando este frente a ella.
-El dinero putamare’- Pensé, había recordado que todo se lo había prestado a Anderson, estaba sin un clavo en la billetera, así que, como esperando un milagro, abrí mi billetera y inspeccione al revés y derecho todos los rincones donde podría haber un billete. Carnets vencidos, tarjetas expiradas, un carnet universitario, mi boleta militar (-ya tengo que canjearla- recordé), el carnet para entrar a la universidad, una tarjeta de “Cine Planet” vencidasa hace miles de años, una factura y un dibujito que hice en clase, pero nada de dinero, –Eres un imbécil- me lo repetí una y mil veces más.
Misio y amargo, me olvide de que “NO TENIA DINERO” (nada importante), aparte, Eliana nunca gozó tanto de tomar café, a decir verdad ella lo detestaba, pero ¿si ha cambiado y se ha vuelto una bebedora de café empedernida?, ¿Qué puedo hacer ¡dios míoooo!? Caminaba más confundido que nunca, así que decidí prender un cigarro, me cuestionaba si era una buena idea prenderlo (ya que era el último) ¿Qué pasaría si llego y ella aún no llega?, me la pasaría sentado, por lo menos fumar en un café sería menos tonto que llegar y no hacer nada. Pero si no lo fumo ahora, lo fumaría en el café, ¿Y si Eliana ya dejó de fumar? ¿Me lo apagaría?… (¿Por qué me pongo en situaciones tan tontas?)
A un par de cuadras de llegar al café, miré mi celular (4:17) estaba llegando tarde, pero ¿Cuál era el problema?, ella siempre llegaba tarde a nuestras citas (TARDIIIIIIIIIISIMO) y que ahora yo llegue a las cuatro y cuarto no sería ningún problema, total, yo todo el tiempo la esperaba mucho, creo que ahora le tocaba a ella. Pero si llego tarde estaré en un dilema, una situación un tanto ridícula porque si ella no está en el café es porque tal vez ya se fue, seguro que se aburrió de tanto esperarme y se fue, o tal vez todavía no llegaba y tendría que esperarla un poco más, pero si ya se había ido a ¿A quién esperaba entonces? (¿Por qué no puedo caminar pensando como una persona normal?, ¿Por qué siempre me pregunto estupideces?)
Entonces ya estaba a una cuadra del café, y todo ese rollo seguía en mi cabeza.
Crucé la pista

"Por aquí ya estuve, te largas a reír
En tus comisuras
Nenaa...¡dame un zoom!"
Abrí la puerta del café con la cancion en los audífonos, subí al segundo piso… mis ojos no pudieron creerlo.


espero que tengas un feliz cumpleaños sin cafe :)

noviembre 12, 2008

“… No debería de contarlo, y sin embargo…”

¿Sabía que llegaría a este punto? Desayunos vacíos, almuerzos devastados, las noches que no terminan y madrugadas que son escoltadas entre tabaco y la cafeína. Tirando mis días al vacío, viviendo como un muerto, muriendo como un vivo, en una crisis que me sofoca y llega al punto de terminar con mis pensamientos.
Los mensajes de texto que me provocan, el celular que no deja de timbrar son síntomas de un encuentro deseado, pero yo soy así, fiel y traicionero.
Y aún sigo sobreviviendo a los días fortuitos que me tocan vivir, porque soy desdichado y miserable cuando habitas en mi espacio, y feliz cuando no estás.
Mis vicios destacan cada día más, viviendo en el fondo del abismo y a veces suelo salir a caminar.
Las luces de la calle alumbran la acera, los autos pasan a velocidad, la noche invade poco a poco la ciudad, una ligera brisa baña la vereda, yo estoy fumando. ¿A dónde voy? No lo sé, sigo el curso de las cosas, me dejo llevar por ese instinto humano poco instruido, una bestia irracional vagando por las calles. Y continuo caminando entre el invierno, la noche, el humo que sale de mi boca y se expande por el aire.
¿Qué hora es?, ¿Por qué sigo acá?, ¿No debería estar en casa? Es absurdo preguntarlo, porque yo tampoco lo sabré responder, lo cierto es que tengo que olvidar lo absurdo que es tener que contestar el teléfono, tener que ir a verte, tener que enfrentarme a tus caprichos, verte besar a otro y yo no poder hacer nada.
Hoy me siento frente a una pantalla, y cuento estas cosas sin poner tu nombre y mucho menos poner alguna característica que te delate.
Tú lees estas líneas, y es suficiente.