octubre 08, 2009

Yo no sé sufrir.

Debería llorar, debería sufrir y no lo hago. Me miro al espejo “¿Esto me sucede a mí?” me pregunto en silencio. La casa silenciosa con la noticia, algunas lágrimas recorren el rostro de mi mamá, algunos pasos deambulan por la casa… pero el silencio no termina.
Todos lo sabemos, incluso la niña, pero la mamá de la niña no lo sabe.
Mi papá es tan frugal, tan frio, tan callado “¿Cómo lidiará con el silencio?” es otra pregunta que impacta en mi cabeza cuando me sigo mirando al espejo como un desconocido… ¿En qué momento se mando a joder mi actitud?
¡Los teléfonos! Putos teléfonos, conspiran en silencio los que hablan por teléfono, ocultando a toda costa la verdad. La verdad, lejos de sentirse disimulada, se vuelve en cada momento más obvia.
Y me miro al espejo y no sale ni una lágrima, no siento dolor, no siento pena… tampoco estoy alegre, la noticia vino y se fue. No sé sufrir.
-Es probable que muera- las paredes susurran al oído y lo recuerdas una vez más.
Yo estaba alegre, hacia bromas cuando supe que nació “Una mujercita” sonreía con ganas de verla crecer. Pero la paredes vuelven a hacer recordar que va a morir ¡VA A MORIR! Y no estoy triste, raramente me siento muy normal y lo demás sigue girando.
En la casa nos miramos las caras con vergüenza, vergüenza de decir la verdad. A mí no me hace daño ¿Por qué no son sinceros?
Otra duda que surge en la tensión… y me sigo mirando al espejo, fastidiado de verme ¿Cuándo mierda cambie?
Entonces otra vez salgo de mi casa y vuelvo a engañar al mundo entero diciendo: “Estoy bien”.

octubre 04, 2009

Un escritor ex enamorador de mi ex enamorada

Una de las cosas que me hicieron dar cuenta que mi vida iba cambiando, fue el llegar a quinto de secundaria. Milagrosa o dudosamente entré al circulo de estudios donde solo entraban los inteligentes y yo (que no soy inteligente).
Eran tiempos interesantes, me conquistaban los libros y una guitarra desafinada. Tenía una enamorada muy simpática que me escuchaba, que me quería; y sin embargo, no me llenaba completamente. También estaban nuestros deberes como estudiantes, teníamos que estudiar para ingresar a alguna universidad y sobrevivir, sobre todos “nosotros” los del círculo de estudios.
Se hablaba mucho de un muchachito de baja estatura, alguien que predicaba a los Guns N' Roses, que prefería leer en clase de química antes que atenderla. Me decían que escribía los mejores poemas, que soltaba frases que asombraban a las chicas y también que yo ya lo conocía. Se decía, también, pero eso se me hizo difícil creerlo hasta que lo vi, que enamoraba a mi ex enamorada que, incluso en esos tiempos, me seguía gustando a mí…
¿Quién era? pues no lo supe hasta que un día me senté junto a él. En ese momento no lo sospeché, ni me lo imaginé, pero estaba ahí. Nos hicimos buenos amigos y yo no me daba cuenta que en los recreos él salía a abordar a mi ex enamorada. Yo vagabundeaba por el cafetín con otros amigos, mientras que ese infeliz (que lo quiero mucho ¡MALDITA SEA!) trataba de robarle un beso a esa muchachita.
Cuando me enteré quien era el desgraciado, ya era muy tarde, aquel flaco que compartía carpeta conmigo ya era mi amigo, ya habíamos intercambiado versos, historias, libros y canciones. Se me hizo difícil aceptarlo.
Ya con el tiempo, yo le decía, a él, las cosas que le gustaban a mi ex enamorada.
¿A qué viene todo esto? Pues ese desgraciado, que no solo se conformó con enamorar a mi ex enamorada, que no se conformó con escribir mejor que yo y que no se conformó con hacerse mi mejor amigo para que no le pegue, cumplió años ayer. Y se conformó, ahora sí, con emborracharme.
Si el invitarte unas galletas a los once años, si el compartir un viaje de promoción, si el escribirle a la misma chica, si el irnos de retiro juntos y morir, si el prestarnos libros, películas o escritos, si el escuchar un partido en un parque cerca del estadio, si el “piano bar” (sabes a lo que me refiero), si el escaparnos a fumar a la espalda de tu universidad, si el emborracharnos juntos, si el que duermas en mi casa, si el que salgamos con Melissa a desahogarnos… Si todo lo que hemos vivido juntos, no es amistad… ENTONCES NO SÉ LO QUÉ ES…

octubre 01, 2009

Senectud apresurada

Prendo mi lap top como todas las noches, me comunico con poca gente (no me gusta la multitud) por lo general de la universidad ya que es el nuevo entorno que me rodea, gente divertida, que me hace reír, gente enérgica, con mucha fuerza y que, obviamente, es más entretenida que yo.
Un pequeño incidente ocurre entonces, de la nada… todo por la culpa de mi ego tan disimulado. Nadie nota mi ego, pero se alimenta mucho y crece con mucha rapidez. Natalia, mi querida vecina, me envía una nota diciendo “Te dedico esta canción” adjunto a una página que no logro reconocer.
Se me hace raro, con Natalia nunca hablamos de lo “nuestro”, siempre fue unos destellos de soledad que terminaron en besos, una suerte de amor furtivo y apresurado, de esos que se consuman en una noche después de varias copas en la cabeza.
Me emociono de tanta ternura y aunque no quiero comprometerme a nada termino por abrir esa canción que me dedica con un emoticon sonrojado. Sale una rara sonrisa de mis labios ¿Qué quiere Natalia? Me pregunto con cierto morbo.
Entonces la pantalla parpadea y se abre una y otra ventana, al comienzo no comprendo… pero luego entiendo que no se trata de una canción dedicada a ese sentimiento borrascoso que una noche nació (cuando cursaba el cuarto de secundaria)… si no que es un maldito virus e inmediatamente el virus se es disparado para todos mis contactos.
Entonces me amargo, me hostigo, me descontrolo un poco y no sé qué hacer. Me molesta que mi lap top tenga virus, me molesta darle una explicación a todos los contactos que les envié el virus y me molesta haberme ilusionado con una supuesta canción de Natalia.
Decido huir, el camino más fácil, dejar a Mafe sola con su trabajo, irme sin dar explicaciones a la gente de la universidad. Pero antes de cerrar mi sesión una ventana sorprende mi pantalla. “¿Qué diablos tienes?” mi ex enamorada Natalia (casualmente con el mismo nombre) empieza con un tonto espectáculo.
Le explico lo sucedido y le pido perdón, pero me tilda de ebrio. Le vuelvo a pedir perdón y trato de explicarle pero es inútil… no entiende ni media palabra de lo que trato de explicar, por más que me esmero en hacerle entender no se puede.
Amargo de tanta tontería cierro la lap top y salgo de mi cuarto, agarro el nextel, alerto a Jazmín y le cuento lo sucedido. Se burla de mi estupidez y me siento un tonto. Salgo a fumar un poco y pienso.

Llego a mi casa con un montón de conclusiones en la cabeza y entre ellas solo una es la mas importante “ME HE VUELTO VIEJO”.
No es broma.
Últimamente me amargo de cualquier cosa y para no incomodar a nadie solo digo “Estoy cansado” pero en realidad estoy a punto de estallar.
Duermo después de comer y si me despiertan (que es casi siempre) mi genio revienta, no soporto que me despierten, tengo que despertarme por mi propia cuenta para estar tranquilo.
Si no entiendo alguna clase, me doy por vencido y me hago el loco hasta que me la expliquen de nuevo.
Mi memoria está hecha tiras, no recuerdo rostros, no recuerdo nombres, no recuerdo lo que hago… solo recuerdo que tengo que dormir.
Miro mi novela y no me gusta que hagan bulla cuando la miro porque me amargo y callo a todos lo que hacen bulla.
Ni siquiera el deporte me hace sentir más fuerte, me molesta que jueguen peor de lo que yo juego, peor si me echan la culpa.
Me he vuelto una señora. Una señora solterona que no tiene tiempo de hacer lo que le gusta y anda amargada de la vida. Perdí mis ganas de hacer lo que quiero ¿Por qué? No lo sé y tampoco quiero respondérmelo, porque me haría muchos problemas y no me gustan los problemas, que es otro síntoma de esta senectud apresurada.