noviembre 12, 2008

“… No debería de contarlo, y sin embargo…”

¿Sabía que llegaría a este punto? Desayunos vacíos, almuerzos devastados, las noches que no terminan y madrugadas que son escoltadas entre tabaco y la cafeína. Tirando mis días al vacío, viviendo como un muerto, muriendo como un vivo, en una crisis que me sofoca y llega al punto de terminar con mis pensamientos.
Los mensajes de texto que me provocan, el celular que no deja de timbrar son síntomas de un encuentro deseado, pero yo soy así, fiel y traicionero.
Y aún sigo sobreviviendo a los días fortuitos que me tocan vivir, porque soy desdichado y miserable cuando habitas en mi espacio, y feliz cuando no estás.
Mis vicios destacan cada día más, viviendo en el fondo del abismo y a veces suelo salir a caminar.
Las luces de la calle alumbran la acera, los autos pasan a velocidad, la noche invade poco a poco la ciudad, una ligera brisa baña la vereda, yo estoy fumando. ¿A dónde voy? No lo sé, sigo el curso de las cosas, me dejo llevar por ese instinto humano poco instruido, una bestia irracional vagando por las calles. Y continuo caminando entre el invierno, la noche, el humo que sale de mi boca y se expande por el aire.
¿Qué hora es?, ¿Por qué sigo acá?, ¿No debería estar en casa? Es absurdo preguntarlo, porque yo tampoco lo sabré responder, lo cierto es que tengo que olvidar lo absurdo que es tener que contestar el teléfono, tener que ir a verte, tener que enfrentarme a tus caprichos, verte besar a otro y yo no poder hacer nada.
Hoy me siento frente a una pantalla, y cuento estas cosas sin poner tu nombre y mucho menos poner alguna característica que te delate.
Tú lees estas líneas, y es suficiente.

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