diciembre 01, 2008

Buen padre--Mal hijo

¿Ya te había escrito alguna carta? Creo que sí y la verdad es que hoy si fueron suficientes motivos para hacerte una carta. Una carta mas que se pierde entre un par de hojas mas, una carta que tiene un propósito y un destino que no existe.
Ha sido una de las más largas noches de mi vida entre el whisky, ron y un vino (que tal patada al cerebro) entre miedos, teorías, mentiras e ideologías.
Haz sido un padre perfecto no escuchado, un maestro sin pizarra, un sabio poco entendido o quizás un artista incomprendido.
Eres más parecido a mí de lo que crees, creo que somos tan parecidos, tan parecidos, que no lo parecemos. Me pregunto si tu también escribes… ¿tú también escribes?
Hemos hablado de muchas cosas tus anécdotas, las mías, tus chistes, mis tonteras, del viejo… ¿Por qué me duele tanto hablar de él? Hasta ahora no entiendo bien porque, pero si él estuviera acá (con nosotros) todo sería diferente, sabes a lo que me refiero… ¿Sabes a lo que me refiero?
¿Por qué la vida es tan injusta? Tú no merecías tener un hijo como yo, yo no merezco un padre como tú, tan grande, tan sabio, tan callado…te admiro aunque me cueste admitirlo, te amoooo aunque me cuesta decirlo.
Ambos cambiamos mucho, no sé si lo notaste en algún momento, pero de estar echados en una cama, abrazados y mirando tele, a vivir cada uno con su mundo sin hablar, notablemente algo cambio, pero creo que ambos estamos perdidos.
No lo sé, pero comenzamos esa noche con una copa, con rock and roll en los parlantes, confesiones que poco a poco emanaban nuestras experiencias. Creo que hablamos de más, a veces es mejor el silencio y tú lo sabes mejor que yo. Si no lo sabes no te preocupes, mucho alcohol suelta poco a poco el paladar y ese es mi problema.
Pasaban las horas, el alcohol se nos subía a la cabeza, ¿Cuánto bebimos? Yo tampoco lo sé, lo cierto es que terminamos mal, la resaca destrozando nuestras cabezas, risas exageradas, lágrimas, juego de palabras, cosas que no debimos hacerlas ¿Lo recuerdas?
Pero después viene otra vez la rutina (como rutina), se nos pasa el alcohol de la cabeza, el lunes es marcado por el reloj, los deberes, los derechos, los buenos actos, etc. Otra vez somos lo que todo este tiempo hemos sido, una especie de enemigos crueles capaces de arriesgar todo con el fin de hacer daño el uno al otro.
Y en todo ese pasillo oscuro, hay un ligero rayito de luz, son los teléfonos destrozando el tiempo, hablamos en un auricular y somos bueno amigos de nuevo, hablamos con paz en los labios, con tranquilidad y alegría.
Hemos cambiando, y junto a nosotros los demás y ya no queda más que despertar en las mañanas y olvidarnos de que vivimos en la misma casa.

1 comentario:

norman dijo...

tienes razon los viejos son unos maestros sin pizarras