octubre 09, 2012

Alegrías, nunca más


11

Y ahí estaba,  al lado de Mónica, conversando, fumando, compartiendo la almohada. Ella se sentía mal por lo que había hecho ¿Ella se sentía mal por lo que había hecho? Yo no decía mucho, quizá lo suficiente para que entienda que todo estaba mal en mí.
Podía ver cómo lloraba, rogándome que la perdone y yo no decía nada, ya todo era en vano, conocía todas sus respuestas de memoria; no sé cómo pasó, solo pasó, me dejé llevar, tú también hiciste lo mismo. Pura mierda.
-No termines conmigo por favor, Gonzalo, podemos superarlo todo.
La podía ver de cerca ¿Era ella la Mónica que conocí? Obviamente se parecía mucho, pero no, era cualquier otra menos esa chica tan divertida que conocí en mis primeros ciclos de la universidad. Definitivamente estaba en frente de otra mujer.
-Me voy de viaje terminando este ciclo en la universidad.- Dije con una fuerza que desconocí. No había planeado nada, pero ahí estaba con mi actitud decisiva, fuerte, sin titubear de lo que iba diciendo.
-No te vayas, Gonzalo, quiero estar contigo.
Era exactamente eso lo que odiaba de Mónica, incapaz de analizar la situación, primero pensaba en ella misma, no preguntaba el por qué de las cosas que decía o de las decisiones que tomaba, solo filtraba las ideas para discernir si estas la incomodaban o no, después protestaba y luchaba para refutarlas. En este caso del viaje, estaba seguro que ella iba a mover viento y marea para que no se de.
Siempre detesté su falta de memoria para algunas cosas y su excelente memoria para otras. Sus reproches que me juzgaban con furia y que yo era incapaz de detenerlas ¿Con que moral? Porque tampoco dejaba de tener razón, todos sus celos fueron bien justificados en la teoría y en la práctica. Porque nunca me falto una chica con quien coquetear, y que esta no tenía que enterarse que tan soltero no estaba.
-Siempre haces lo que quieres – Siguió – sin consultarme. Por lo menos podrías contármelo por delicadeza ¿Por qué Gonzalo? ¿Por qué te crees tan autosuficiente? Crees que todo lo puedes solo, pero ¿Acaso no te das cuenta que también estoy yo?
A su favor, Mónica no era así cuando la conocí. Me escuchaba y hasta cierto punto me comprendía, paciente y precisa con los consejos. Esta versión de Mónica, en definitiva, era algo distorsionada.
-Toda la vida es lo mismo contigo ¿Cuándo me vas a contar algo? Todo el mundo se entera de todo lo que piensas hacer, menos yo. Siempre prefieres a tus amigos, pero acá, a la que deberías de dar algo de importancia, nada ¡Qué idiota eres! Todo son tus amigos, primero ellos y solo ellos, esos amigos que siempre te llaman a fiestas y te presentan amigas, mujeres fáciles seguro, para la diversión ¿O me equivoco? No te hagas el desinteresado mientras te hablo, porque sé muy bien que me estás escuchando y sabes que tengo razón, pero, obviamente, te conviene hacerte el loco.
Es muy probable que no se equivocaba en nada, esa facilidad para la conversación, la fluidez de palabras para que, en el momento que menos uno cree, ya te había dado la vuelta entera. Y pensar que al comienzo ella estaba llorando para que le disculpe.
¿Por qué no me preguntaba por qué me iba de viaje? A lo mejor necesito tiempo, Mónica, espacio para mí, para pensar en todo lo que ha estado sucediendo de pronto, dedicar un momento para reflexionar sobre esas cosas que dejé de hacer contigo, aquellos pequeños hábitos indispensables. Solo ir a Arequipa era la solución, alejarme del caos por unos meses, en esas vacaciones de invierno.
Sus gritos estaban dispersos por todo lado. Yo solo la miraba, extrañando lo era y ya no es, lo que fuimos y ya no éramos ¡Mónica! Por favor, detente, ya no tengo fuerzas para responder ¿Acaso no te das cuenta que ya no puedo mas? Siempre estás diciéndome algo, nunca que te quedas callada, nunca me das ese momento de silencio que necesito para tranquilizarme, ocupas todo como si fueras dueña de mí. No me dejas respirar en ningún momento, colmas todo con tus gritos, lágrimas, reproches, con todo lo que exiges y yo ya estoy harto de dar.
-Gonzalo ¿Por qué las cosas ya no son como antes? ¿Por qué te siento cada vez más lejos de mí, como si siempre intentaras huir? – Y ahí estaba haciéndose la víctima.
En las pocas conversaciones que tuve con papá, siempre capté una idea “Personas como tú y yo, Gonzalo, somos demasiados libres, amamos eso, nuestra disponibilidad para nosotros mismos. Es por eso que siempre huiremos de las personas que nos amarren y siempre volveremos a los que nos den toda la libertad de la que requerimos para respirar tranquilos.” No lo comprendía y ahora me daba cuenta que el viejo tenía razón. Quizá es por eso que siempre estaba huyendo de Mónica, quizá por eso buscaba liberarme de ella. Es por eso, quizá, que papá se fue de la casa ¿Necesitaba respirar? ¿De qué estaba harto?
-Háblame, Gonzalo, dime algo por favor. No te quedes mudo, quiero saber qué es lo que piensas.
Pienso que nunca debí de acercarme a ti. No te preocupes, Mónica, haciendo las sumas y restas respectivas del asunto, yo tengo la culpa de todo, nunca debí de besarte si es que no sentía nada. No debí besarte si es que yo estaba con enamorada y te lo ocultaba en cada momento. No te culpo del horror que estoy sintiendo, a lo mejor mi lado mas insensato lo hace, pero pongámonos derechos y siendo sinceros, esta es mi culpa. Y sí, estoy llorando y me preguntas por qué lloro, me estás pidiendo que te hable, pero no puedo. Perdóname Mónica, nunca debí ser tan desgraciado e infeliz contigo. Te imagino llorando, preocupada, rompiéndote la cabeza, pensando en las cosas que estaría haciendo. Lo siento, Mónica, no sé porque qué siempre fui tan débil con las mujeres, yo no quería hacerte daño, pero ya ves, estas cosas así suceden y yo solo quiero desaparecer de tu vida, no haber tenido que hacerte tan infeliz.
Te quiero, es momento de enfrentarlo, te quiero, pero no te amo, creo que nunca te amé, solo me dejé engañar. Solo debimos ser amigos y ¡No! Por favor, no me abraces que me voy a derrumbar y voy a llorar hasta que me duela la cabeza. Ya basta, Mónica, esto es demasiado para mí. A lo mejor yo no tengo el valor que tu tuviste para enfrentarlo, a lo mejor yo no soy tan fuerte como crees que soy. Solo estoy llorando, porque no soy capaz de hacerle frente a muchas cosas y esto es una guerra personal conmigo mismo. Por favor Mónica, si me amas, déjame alejarme de todo.
No te he dicho nada, pero me conoces tan bien, que sé que me entiendes.

No hay comentarios: