septiembre 25, 2013

Alegrías, nunca más

21

¿Qué podía aportar Violeta a mi vida? Si ya estaba en el último fondo. Sí, había estado en momentos muy alegres, pero ¿Realmente noches de risas lograban calmar la turbulencia en cómo andaba?
Dicen que la vida es un karma, un equilibrio entre todo lo bueno y lo malo. Es decir, si haces un infierno, el infierno vuelve a ti en esta vida, en la misma existencia, la factura se te cobra acá, sin creces ni intereses, simplemente lo que haces, lo pagas. Una ley de equilibrio vital ¿En verdad existía? Pues a esas alturas ya estaba convencido de eso, pues el cúmulo de perradas hechas y por hacer que le había hecho a Mónica, volvía a mí con la misma fuerza impactante de la que me costaba reponerme ¿Cómo habría resuelto todo eso Mónica? ¿O al igual que yo soportaba todo, mostrando una careta el mundo entero, pero en silencio, a solas en su habitación, el dolor de lo inevitable se asomaba de a pocos, pero con violencia? Pensaba mientras cerraba el cierre de la misma casaca azul que vestí todo ese año, mientras rociaba el mismo perfume en mi cuello.
Mauricio llegó con el carro y mientras abrochaba mi cinturón me iba bombardeando de preguntas acerca de cómo andaba yo y por qué estaba tan desesperado por saber de esa chica. Pero yo no respondía nada ¿Para qué? ¿Entendería tanto a la vez? Ya suficiente tenía como para vivirlo ¿Sería capaz de contarlo? Era mejor mentir y pegar mi cabeza a la ventana y hacerme el loco. Ya bastante estaba haciendo con salir de mi habitación ¿Por qué siempre me ganaba el caos?
-Gonzalo, ella ahora vive en La Victoria con unas monjas o hermanas de alguna congregación, no lo sé, pero está en el medio eclesiástico ¿En serio ahora enamoras a ese tipo de chicas? Bueno, es tu problema. Por cierto, es estudiante de Psicología.
-¿Psicología? Era de sospecharlo.
Mauricio me miró raro y a eso le siguió un cigarrillo que ya lo ansiaba con muchas ganas.
Llegamos y no era un lugar muy recomendable, basura derramada en la pista, acumulada con un ferviente olor a inmundicia. Mauricio titubeo en dejar o no su auto a la vista de tanto carroñero que acechaba su Honda Accord 2000 edición LX que no era el más moderno, pero de seguro eso no importaba. En el mejor de los casos una desmantelada les daba de vivir unos meses a esas aves de rapiña que dejaban con el alma pendiendo de un hilo al pobre de Mauricio.
-Yo me quedo esperándote.- Me dijo Mauricio y se encerró en el carro.
Crucé la pista y me acerqué a la puerta y ni bien terminé de tocarla, efectivamente, una monja o hermana de alguna congregación me atendió y me vio vestido de forma decente, sospecho que por ese lado no causaba mucho peligro a primera vista, entonces pregunté por Violeta y ahí cambió la situación porque, luego entendí, que cualquier intruso que se acerque a preguntar por Violeta, si causaba mucho peligro. La cuidaban como un tesoro.
-¿De parte de quién?- Esa iba a ser, sin duda, la pregunta más difícil de explicar.
Juro que trataba y trabaja de explicar que sí la conocía, pero no la veía hace mucho tiempo, que solo quería saber un poco de ella. Y esta monja o hermana de alguna congregación cerraba el paso de una forma más fuerte. No, joven, ella está estudiando y no va a salir. Y otra vez le explicaba que yo la conocí en Huaraz, en el orfanato donde la habían dejado siendo una niña, aún. Pero, no, luego tuve que explicarlo que yo no era un niño abandonado. Fue una batalla ardua hasta que en un momento, escuché una voz que decía “¿Quién es, hermana?” y se acercó una muchacha alta, más alta que yo y era es mirada que yo recordaba, aún conservaba esa forma de peinarse y saltó mi corazón
-Hola ¿Qué desea?- Dijo ella.
-Este joven dice que te conoce ¿Tú lo conoces?- Dijo la hermana de alguna congregación.
Violeta me miró extrañada, frunciendo el entrecejo y con toda la desconfianza que merecía la situación.
-Soy Gonzalo del Solar ¿Me recuerdas?- Dije con esperanzas.
-No, disculpa, estás equivocado.- Dijo ella y cuando la hermana de alguna congregación estaba cerrando la puerta, grité dando mi último manotazo de ahogado.
-Soy el hijo del director de la Aldea Infantil, nosotros te llevamos a Chiquián.- Y la puerta se abrió.
Ella tardó un poco de reponerse de esa frase, yo traté de estar menos nervioso, la hermana me había dejado pasar y nos estábamos instalando en el comedor de esa comunidad donde vivían las hermanas entregadas a las labores de la caridad. No era común aceptar la compañía de un hombre en ese lugar, pero era la excepción porque era amigo de Violeta. Ella aún seguía pasmada. Me miraba tratando de reconocerme, de encontrar algún recuerdo de quién era en mis ojos, en mis mejillas o en la forma de mi boca. Ella sabía quién era, pero no me recordaba en lo absoluto, lo notaba en la expresión que soltaba. Yo tuve que controlar la tembladera de mi pie izquierdo y trataba de expresar menos desesperación, miedo e inquietud. Violeta estaba ahí.
Empecé a hablar como una metralleta, ese artilugio al que estaba acostumbrado a recurrir en caso de nerviosismo extremo. Le conté que el trabajo de mi papá acabó en Huaraz y nos quedamos un tiempo más ahí, tanteando suerte si papá lograba conseguir algo estable, pero ya nada era lo mismo. Tuvimos que volver a Arequipa y al final mi papá se lanzó solo a Lima, pasamos un par de años separados, hablando a diario solo por teléfono mientras él se encontraba solo en la ciudad que me sonaba a mucho peligro porque eso es el primer miedo que te meten de Lima en cualquier provincia, que es una ciudad horrible, que hay muchos robo y que ya no se puede vivir en este país. Pero mira, le dije, viajamos tanto que acostumbrarnos al medio no nos fue difícil. Solo fue una navidad que vinimos a pasar con mi papá y al final nos quedamos a vivir, porque mi papá creía que la familia debía de estar junta para siempre (“Creía”, tiempo pasado, pasado perfecto, no gramaticalmente, pasado perfecto porque esa forma de pensar de mi papá en algún momento cambió y ahora todo era un desperfecto, un desperfecto continuo, me atrevería a agregar) y hace tiempo que estamos acá.  Esa pequeña historia la conté en una hora dando más detalles y matices, haciendo algunas bromas y sorteando a que ella también opinara. A pesar de que ella aún guardaba la imagen de no creer lo que tenía en frente suyo, dio la cordialidad y la confianza necesaria para hacerme algunas preguntas acerca de lo que le conté.
Ella me explicó que su situación fue más simple, terminó el colegio en Chiquián, en ese pueblito recóndito donde la civilización parecía que nunca iba a llegar. Estuvo un año estudiando para postular a la universidad y cuando se le presentó la oportunidad de estudiar en Lima, no lo pensó dos veces, tomó sus cosas y ahí estaba, estudiando y ayudando a las hermanas en los quehaceres de la comunidad, ganándose la habitación donde estaba. A pesar de que no narraba buenas aventuras, su historia tenía mayor solidez que la mía, quizá era la actitud con la que tomó las cosas ¡Claro! Era una persona que había perdido todo y rehízo todo. Cuando una persona sabe que es capaz de pararse de una fuerte caída, en este caso su disfunción familiar, le pierde temor a las cosas, no vuelve a temerle a las caídas y por eso ella no dejaba de mirarme a los ojos, no con altanería, ni provocándome, simplemente con esa convicción con la que se dice algo de lo que alguien está totalmente convencido.
-Y ¿Cómo te va ahora?- Me dijo ella
-Bastante bien.- empecé con las mentiras.- ¿Y tú?
-Sí, bien, también.- No, ni hablar, ella lo decía de una forma diferente, ella realmente estaba bien, no le pesaba la palabra. La verdad tiene un sonido diferente, una expresión natural. Era obvio que yo estaba fingiendo.
Era obvio, sí, y en ese momento me di cuenta de lo más obvio ¿Qué hacía yo ahí? ¿Por qué recién me dignaba a buscar alguna noticia de ella si ya estaba instalado en Lima hacía mucho tiempo? Porque me sentía solo, y los que se sienten solos van en busca de su pasado para encontrar la compañía de lo que fue en su momento para huir, para escapar de un presente que los tortura con su presencia. Estaba claro que yo la buscaba porque necesitaba de alguien y al no tener alternativa en quién descargar todo lo que se me venía en peso, hurgaba en mi pasado personas que podrían ayudarme a cargar con ese peso, contándolo todo y entonces, cuando una taza de té apareció en la mesa y me dijeron que no se podía fumar en ese lugar, ella ya había razonado eso que yo todavía lo llevaba analizando en mi cabeza. También lo noté en su expresión y no pude evitar la vergüenza, tuve que mirar un buen rato al suelo.
-¿Cómo están tus papás? Nunca les agradecí por todo lo que hicieron por mí.
-Ellos están bastante bien. Incluso querían venir.- No, por más que lo intentaba, fingir ya no me salía tan natural como estaba acostumbrado. La vergüenza me atacaba de nuevo y el nudo se iba formando en la garganta. No era momento para llorar, lo sabía muy bien, pero ¿Qué podía hacer? ¡Todo estaba mal! Me equivoqué en venir, pensé, ni si quiera debí de haber llamado a Mauricio para tal tontería.
-Mándales mis saludos cuando llegues a tu casa.- Ella me estaba persuadiendo, porque me limpié una lágrima con la manga de la casaca y aspiré los mocos. Ella sabía perfectamente lo que estaba buscando ahí.
Tomé mi casaca que la había colgado en el espaldar de la silla y me la puse parándome, haciendo un ademán de que debía de retirarme y excusándome que tenía cosas que hacer. Ella quedó un poco extrañada por mi actitud. Le di un beso en la mejilla y le pedí que me despidiera de la hermana y cuando ya estaba cruzando el umbral de la puerta ella me dijo “Gonzalo, puedes huir todo lo que quieras, pero nunca tan lejos como para escapar de ti mismo.” Y quedé petrificado. Ya por el simple hecho de estar en donde estaba, por estar como estaba y por ser como era, esa frase me ponía en jaque mate, sin salida. Era curiosamente patético cómo esa frase revelaba todo lo que era ahí, en ese presente continuo que estaba durando un año entero, un hombre escapando de sí mismo, huyendo en lo material, en lo banal y en lo carnal para estrellarse con él mismo en lo esencial, donde nada de lo que hacía por mí mismo, con mi soberbia independiente, valía en lo absoluto.
Regresé hecho un perro y con el rabo entre las piernas, ocultando las lágrimas y tragándome más mocos para esconder lo obvio e inevitable.
-Cuéntame, Gonzalo ¿Qué haces acá?
Y eso de lo que había huido de mamá, de Jorge, de mis amigos del colegio, de Diana y hasta de Mauricio hacía un par de horas en el auto, no pude hacerlo con Violeta y empecé a contar desde cero sin mentiras y exageraciones. Porque, Violeta, a mí no me van a echarme la culpa de toda esta porquería que estoy viviendo a flor de piel, en carne viva y con la navaja desenvainada en mi cuello, porque me quiero morir, Violeta y no tengo ni siquiera el valor para tomar un revolver y terminar con todo esto de una buena vez. A mí no me van a lanzar esta culpa, porque no soy yo el que decidió que mi novia se fuera con mi mejor amigo a besarse en Barranco cuando estaban bien drogados, yo no tengo la culpa que ella se acueste con el primer idiota que se cruce en su camino. Lo siento, pero ahí tienes la verdad, Violeta, mis padres, la familia feliz no existe y probablemente nunca existió, mi papá se fue de la casa y nos abandonó sin tiempo para pensar qué iba a ser de nosotros, se fue burlándose en nuestras caras, con una chica que debe ser de nuestra edad. No, Violeta, yo bastante tengo que cargar con eso, pero simplemente la vida no me da más, se me acabó la batería de la existencia y acá me tienes, bien vestido, aparentando algo que no soy porque todas las noches me sumerjo en el infierno de la noche, me entrego por completo a cosas que quizá solo lo hayas visto por televisión. No me vas a echar la culpa de nada, Violeta, nadie me va a echar la culpa de nada. Yo sé que a ti la vida, el destino, Dios o lo que sea como quieras llamarlo te dio un golpe fuerte cuando eras niña, uno de tus padres se suicidó y otro era alcohólico, te abandonaron y ahora estás dónde estás. Yo entiendo que eso es terrible, pero haz sobrevivido porque solo fue un golpe, un tiro y acá estás viva y derecha, afrontando todo porque esa es tu fortaleza ¿Pero qué hago conmigo si en vez de tener un solo golpe, tengo una tortura diaria, un calvario que me destroza al despertarme y un rito de autodestrucción que empieza cada noche y termina cada madrugada? Y cada vez es más, y cada vez es peor, porque cuando crees que no puede ser peor, cuando crees haber estado tocando fondo, te das cuenta que sí, todo puede estar peor y un nuevo fondo aparece. Yo no soy culpable de nada, Violeta, acá me tienes, me persuadiste quince minutos para esto y tú misma lo buscaste porque esto tampoco me lo vas a echar en cara.
Era una falta completa de respeto, ese era yo, un monstruo sin alma despotricando de quien se atreva a mirarme a los ojos y remover mis sentimientos, tratar de dar una mirada en lo más recóndito de mi verdad ¿Por es alejé a Mónica? ¿Mi papá estaba huyendo de él mismo? ¿Cuánto más tenía que durar ese espectáculo dramático, ridículo que me dejaba exhausto y destruido?
Violeta no dejaba de mirarme, no sentía que le había hecho daño, ella ni se había inmutado con lo que yo había dicho, quizá en el fondo sentía pena por mi persona, algo de decepción tal vez, no sé, ella solo me miraba y eso me hacía sentir peor aún, porque me hacía pisar realidad, me estaba comportando como un patán.
-¿Por dónde quieres que empiece? Gonzalo ¿Por lo fácil o lo difícil?
-Por lo difícil.
-Es la mejor opción, Gonzalo, porque tú mismo dijiste que cuando crees que cuando nada puede ser peor, te das cuenta de que todo puede estar peor y cada vez más grave de lo que piensas hasta que tú lo decides, Gonzalo y ese es el problema. Tú vienes acá con esos lentes, una montura cara y ese reloj que resplandece por dónde vas y seguro muchos envidian, pero en el fondo eres un farsante natural y a esos, la vida me enseñó, a olerlos a kilómetros de distancia.- Estaba a punto de interrumpirla, pero ella siguió.- Déjame hablar, porque por lo poco que noto de seguro que ya quieres justificarte, excusarte con lo que quieras pero yo sé que esa es una forma más cobarde de seguir huyendo, de salir corriendo hecho un maricón como ya debes estar acostumbrado. Ya te escuché y ahora te las aguantas. Vives de las apariencias y ya ni siquiera de lo material, si no de lo integral ¿Qué aparentas Gonzalo? ¿Un éxito que no tienes? ¿Una ropa de primera que te costó una eternidad conseguirla para entrar a un circulo al que no le importas? ¿Es preferible decir que estás bien, engañarte de que la familia Ingalls existe y contársela al mundo que es la tuya? ¿Crees que enamorando a un puñado de mujeres fáciles eres el más importante de tus amigos? Porque si crees que ese mundo que te rodea es lo que te define como persona, estás equivocado, Gonzalo, porque es una farsa, y así fuera verdad, vienes acá destruido porque nada de ese mundo te ha ayudado a salvarte del infierno ya que de raíz, estás destinado a seguir mintiendo para sobrevivir ¿Escuchaste? Sobrevivir, no vivir, porque la realidad es otra, la realidad es que no eres un hombre, eres un niño que aún no afronta sus problemas ¿Crees que el mundo está en deuda contigo por lo que te sucedió? ¿Crees que al mundo le importa mucho o poco lo que te está sucediendo ahora? ¿Crees que tu circulito de idiotas como tú le importa un bledo que ahora hayas venido a lloriquear acá? ¿Crees que a mí me importa algo ayudar a alguien como tú? En lo absoluto, porque ¿Qué puedo hacer con alguien que no es lo suficientemente hombre como para afrontar sus problemas? Corre, vete y échale la culpa a tu familia, a tu ex enamorada, al perro, al vecino, a los políticos, al fútbol o a la vida, grita que por ellos estás dónde estás, viviendo la vida que tienes y que, apuesto, ni si quiera te enorgullece llevar. Me dices que a mí la vida fue más fácil o quizá te refieres a la tuya como una tortura continua, pero déjame decirte que esa también es una excusa porque esto se resume a un problema de actitud, porque yo tuve que reponerme de mis problemas y estar donde estoy, yo tengo ahora el valor de mirar a alguien y decirle que le pongo el pecho a mis problemas, le hago frente a mis situaciones porque es un tema netamente de actitud, le pones frente a las cosas o no, tienes valor o no, punto, Gonzalo, no es ciencia de otro mundo ¿Crees que eres el único en el mundo con problemas fuertes? Bueno, cuando dejes de vivir en tu burbuja y salgas a enfrentar una realidad diferente te darás cuenta que dando la vuelta a la esquina, donde tienes miedo de ir para que no te roben, ahí hay problemas de los que sí hubieras cogido un revolver y te hubieras volado los sesos y no se trata de que tengas más valor al hacerlo, se trata de que serías más cobarde de lo que ya eres.
Violeta seguía hablando, no hablaba amarga, furiosa o con rencor por lo que le había dicho, hablaba con elegancia y una delicadeza que no esperaba, no perdía el encanto y no levantaba la voz al hacerlo. Naturalmente, estaba perplejo ¿Qué estaba esperando de ella? ¿Piedad? ¿Compasión? ¿Misericordia? Y tal vez por eso mismo busqué a ella y no a Diana esta vez, porque mi necesidad estaba en una persona más real, alguien que sus grandes disyuntivas en la vida no sean escoger en salir a divertirse un sábado por la noche en Barranco o Miraflores.
Estaba anonadado e inmovilizado, debí haber tenido la peor expresión al haber estado escuchando a Violeta decirme la verdad punto por punto, acelerando mi corazón porque me daba cuenta que no se equivocaba. La vergüenza, como antes, otra vez se apoderaba de mí, el fastidio y la incomodidad, son los típicos primeros síntomas de dar la razón al que te friega y refriega las cosas en la cara. Violeta me estaba parando frente a un espejo y yo achinaba los ojos y escondía la cara para no ver lo que refleja en verdad. Sentía náuseas y quería escaparme. Eso solo me recordaba que una persona no acostumbrada a la veracidad de las cosas, termina teniéndole terror a estas, prefiere seguir construyendo un artificio individual del cual solo uno mismo lo consume y lo cree. “La verdad te libera” Es un slogan muy conocido en todo mundo y entonces yo –Te apuesto que te crees una buena persona- continuaba Violeta.- que contabilizando en cifras tus actos, crees que en el fondo, eres una buena persona pero te tengo una noticia: no lo eres contigo mismo, y ahí tienes otro problema. Empieza siendo bueno contigo, porque si no estás bien contigo, no puedes hacer nada y mira como terminas, desesperado por huir de esta conversación, dolido porque tu ego, no tu orgullo ni dignidad, solo tu ego, otra fantasía a la que te aferras, está{a en el suelo. Venías acá por un mensaje, muy bien, tú llámalo destino, vida o Dios, ahora, pero tu mensaje que tanto buscabas, está precisamente acá.
El silencio invadió la habitación.
Pasaron muchos minutos hasta que rompí el silencio disculpándome y ella se acercó y me abrazó. Acarició mi espalda jorobada porque apoyaba los codos en las rodillas. Todo va a estar bien y en verdad, yo pensaba que si esas palabras de aliento, su llamada de atención no causaba algún efecto en mí, el fondo iba a ser algo que ya no quería imaginar.
No recuerdo haber hablado más después de las disculpas, solo ella me abrazaba y yo pensaba mucho ¡Cuán engañado había estado! ¿Cuándo empecé a construir esa muralla que me alejaba de lo demás? Una tormenta de miedo me atacaba porque ¿Qué iba a pasar si nada cambiaba? ¿Cuánto me iba a costar hacerlo? Ya era bastante enredo para un solo día.
Terminé mi taza de té, ya estaba frío y conversamos un poco más antes de que salga por esa puerta donde afuera me esperaba la basura acumulada y el horripilante olor a desgracia ¿quién diría que ahí encontraría a un ángel? En ese lugar donde todo parecía el final, cruzando esa puerta un mundo diferente se movía, un mundo mejor donde no existía ni una sola intención de edificar falsedades.
Me acerqué al carro de Mauricio y abrí la puerta, me gritó por haberme demorado mucho y yo le pedí disculpas. Notó mis ojos hinchados por tanto llorar pero hice bromas alegando que era marihuana de la buena, yo supongo que iba a ser mi última broma antes de querer ser ese hombre que le pone pecho a sus problemas. Mauricio no tiene nada que saber de eso ¿Iba a entender esto? No, él todavía, tendría que empezar con lo primero y ya era bastante para ese día en que yo había obtenido la revelación divina.

Era medio día y el sol empezó a brillar. El verano ya estaba empezando oficialmente.

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