mayo 13, 2025

Cartas pendientes III

 Lima 31 de Agosto 2014

(Mal) Querida Di:

Como ves — he decidido escribirte — me acuerdo de ti. No sé muy bien cada cuánto pasa, ni por qué, pero pasa y simplemente vuelves a aparecer en mi memoria.

Hace frío. He robado un poco de bourbon del bar de mi papá. Este trago me acompaña, me calienta un poco, quema la garganta, me embrutece. El mundo cae sobre mí como un saco de plomo y no tiene que ser así.
Simplemente te quiero pedir perdón.

Necesito un cigarrillo. En mi escritorio — ¿Recuerdas? — hay dos cajetillas de Marlboro rojo vacías, me da angustia no tener qué fumar.

Nosotros también nos quedábamos sin cigarrillos ¿No? Sentados en cualquier lugar del mundo, ajenos a los demás, yo hablaba sin parar, como si tu opinión a tu vida no importara. Luego nos encerrábamos por horas hasta que aparecía una fiesta y era mi cuartada para desaparecerme y dejarte de lado.

No sé por qué pensamos que la masculinidad tiene algo que ver con la dominación, con las ganas de tener. Es el error de todos. Crecemos pervertidos y equivocados. Terminamos haciendo mucho daño.

En fin.

Era otros días, Di, más relajados, menos seguros, todo era nuevo y me acercaba a la belleza de lo desconocido con miedo, pero no con ese miedo que te paraliza, sino con el que siente un extraviado en cualquier parte del mundo agreste, dejando que sus propios instintos lo guíen y lo mantengan con vida.

Eso ya quedó atrás.

Es una felicidad extraña esta de recordar. Se confunde con la nostalgia. Recuerdo, por ejemplo, cuando nos conocimos. Era una fiesta en Asia, estabas ahí, bellísima como te recuerdo hasta ahora, estabas tan guapa que yo no podía dejar de mirarte. Yo estaba con unos amigos, esos que tú terminaste por llamarlos de diferentes formas “tus amigotes” “esa manada de idiotas” y otras cosas. Tú… tú estabas con todas esas chicas plásticas que te rodearon siempre y nunca me convencieron, lo siento, yo no tengo la culpa de su estupidez. Pero bueno, mi amigo, el más avezado, se acercó a tu amiga y juntamos grupos ¿Cómo olvidarte? Te paraste en medio de todos y me sacaste a bailar en el medio de todo y la historia empezaba.

No es nostalgia, Di, de eso ya no hay nada. Todo quedó atrás, junto con el dolor de tu partida a Alemania se fue, también, todo lo que mi corazón sentía por ti y me quedé triste, con el ahogo previo al llanto desconsolado, a la furia de sentirme por única vez abandonado y bajo esa niebla, igual a esta, me prometí que nunca más volvería a mover un dedo por ti.

Y aquí estoy, borrachísimo, como siempre odiabas verme, desprendiendo olor a cigarrillos y a alcohol desde el fondo de mi humanidad, colorado, con los ojos reventados. Apestando a perfume ajeno y balanceándome en mi mal equilibrio que producía las cantidades industriales de tragos que me metía celebrando cualquier tontería que justificara mis fines de semana.

Lo reconozco, estoy mal y necesito un cigarrillo.

Me siento triste, Di, muy triste para ser sincero. Me siento culpable, también. Actúo como tonto, torpe, ebrio, fumo mucho. Digo bobadas y ando con gente desconocida, gente con la que estallo mis tragos en interminables brindis y no vuelvo a saber de ellos. Les hablo de cosas que a nadie le interesa. Abrazo con mucha fuerza y recito poemas de Joaquín Sabina. Hace años que pensaba que él era importante en mi vida. Ahora sé que era un poeta más o menos bueno, un cantante con buena suerte, pero un pobre diablo en la vida. Sus compañeros — Antonio García de Diego y Panchito Varona — eran buenos músicos. Él lo dañaba todo y yo era solo un niño asustado, confundido, buscando un modelo a seguir y me sentía genial imitándolo, repitiendo sus frases y actuando como un payaso. Pero Joaquín Sabina no era más que un personaje dentro del puñado de personajes que no tardaron en revelarme su fragilidad. En sus entrevistas siempre responde lo mismo como un mantra — repite, repite, repite — y juega a seguir siendo un joven. Todo es parte de una estrategia de Marketing listo y consolidado para vender. Al fin y al cabo era un tipo más que abandonó a sus hijas, un mujeriego que se divertía haciendo sufrir a las mujeres y yo me hice adepto para ser reconocido en el círculo de machos que me rodeaban.

Hasta ahora conozco amigos que lo siguen imitando en la forma de hablar, en la pose de repetir sus mismas frasecitas, sus mismas posiciones y yo siento asco de pensar que en algún momento yo era un idiota más del grupo, con tanta falta de identidad, con miedo de no ser aceptado por mi círculo. Fito Páez dice algo así en una canción, la parodia del artista, me parece.

Pero eso no tiene nada que ver.

Yo me creía muy bacán. No fuiste mía, jamás. Eso fue lo que yo creí, como si se tratara de una mascota. Nadie es de nadie.

Nos sentimos muy maduros — yo, apoyado en mi pose — al jurarnos que nuestra relación sería estrictamente física, pero al final no fue un buen negocio ¿No? Eso quedó claro hace un buen tiempo, con el loquerío de esa noche en tu cuarto cuando te enteraste que mi vida de soltero no tenía límites, que mis amigotes — esa manada de idiotas — llamaban a sus amigas, ponían tragos en la mesa y saltábamos de fiesta en fiesta y me perdía jueves, viernes, sábado y domingo. Solo te llamaba después. Es verdad. Siempre me importó más el resto, los amigos, mis propios rollos y demonios. Mis horrores de los que andaba escapando como si fuera fácil huir de uno mismo.

Nunca te invité ni a la esquina, siempre escondidos en una habitación. A veces te veía en la calle y me hacía el loco. No pudo haber sido diferente, a esa edad no ¡Cuánta irresponsabilidad! Todo era una bomba de tiempo, yo persiguiendo mis espejismos, alucinado con la velocidad en que sucedía todo, con las ganas de comerme el mundo de un cucharón, vértigo incluido, y esa bomba estalló contigo a mi lado… lo siento. Todo fue tan rápido, todo siempre fue a mil.

Como ves, el contrato se rompió, apareció el amor, cortante entre los dos, los celos, la ira, la falta de sinceridad y se acabó todo. No voy a mentir, no fui duro, no fui rudo, supuestamente nunca quise sentir nada por ti, pero lloré después de la tarde siguiente en que me despertaste y yo estaba con una resaca más, como tantas otras que había tenido, como tantas otras que tuve después, como la que me espera hoy, y bueno, terminaste conmigo de una buena vez. Lo más sano para ti, lo mejor para mí — que no es lo mismo, no confundir — y no volví a saber de ti.]

Solo nos encontramos una vez ¿Te acuerdas? Caminando por ahí en Barranco, hace un tiempo, habías llegado de Alemania a saludar a tus papás y a veranear en Lima. Nos despedimos rápido, la chica con la que salía en ese entonces — ahora otro recuerdo, como el tuyo, pero diferente — me esperaba. Me pareciste regia, con tus ojos iluminados, las pequitas en la piel y esas piernas que me volvían loco ¡Tal cual te recordaba!

Ahora muero de frío, con las cinco de la mañana, estoy lejos de aquellos tiempos donde todo era tan nuevo, tan genial en una sola toma, en una sola imagen, no en la película completa.

Estoy hecho mierda de tanto alcohol, mi letra es un desastre, tú que siempre decías que mi letra es bonita te reirías ahora.

En fin.

Sé que ya no te importa esto, en tu versión solo soy un patán más con el que saliste y perdóname en serio, perdóname, por favor.

Acabo de encontrar un cigarrillo en mi casaca, lo fumaré mientras leo esto de nuevo y me voy a dormir.

Bueno, adiós.

No hay comentarios: