mayo 13, 2025

Punto de Ansiedad

 Ni soy tan seguro como aparento, ni tan fuerte como quisiera ser. El problema de ser una careta y llevar la procesión por dentro y no exteriorizar los problemas es que llega el momento en que tu psiquis colapsa ¡Boom! Y empiezan los espasmos de ansiedad que atacan sin tregua por culpa de las dudas y los miedos ¡Y los miedos están ahí! O mejor dicho ¡Están aquí! En mí, lo sé, los conozco de pies a cabeza, pero nos los verbalizo, no los manifiesto con nadie. La procesión que llevo por dentro es la expresión del instinto autodestructivo que me define, porque al fin y al cabo, si alguien te va a hacer daño (hipotéticamente si alguien quisiera hacerlo) es mejor hacerlo uno mismo, duele menos, es más controlable y fácil de sobre llevar.

Pero ¡Vamos! Llevo cinco años con la ansiedad que se ha manifestado en diferentes formas, digamos insomnio, tabaquismo, ataques de nervios y más frecuente aún, una suerte de auto canibalismo que me tiene mordisqueándome pequeños fragmentos de piel cercana a las uñas. Eso me cataloga como un “come-dedos”. He tratado de todo para amainar mi asunto con la angustia y la ansiedad, hago deporte, leo, escribo, trabajo, doy rienda suelta a mis hobbies, pero nada funciona, me como los dedos sin darme cuenta y muchas veces las heridas son demasiado obvias.

Harto de la circunstancia, después de una reunión, me encontré con César (un buen amigo que es psicólogo) en una reunión y le dije lo que me sucedía. Él me formuló cinco preguntas incómodas y le respondí con toda honestidad. La respuesta para él fue evidente y era básicamente lo que sospechaba, ataques incontrolados de ansiedad asociados a mi carácter de ser perfeccionista. “Relájate, cholo, nadie es perfecto.” Me dijo César palmeándome la espalda, pero no es tan fácil como él cree. Mi obsesión por la perfección es total. Sin voltear a ver mi librero, conozco la posición exacta de mis libros, sé en dónde se encuentra cada uno de ellos, yo mismo los he ordenado con un silogismo lógico que solo yo entiendo. No es necesario buscar en todas mis libretas algún apunte sobre un libro o película, sé exactamente dónde está cada uno porque yo mismo he diseñado un sistema para que nada importante quede traspapelado. Sé la posición de cada objeto que entra a mi bolso de trabajo, cada bolígrafo, mi agenda, mis cigarrillos y encendedor. Sé en qué bolsillo van mis llaves o el celular, simplemente el orden no se puede alterar. Pero esta manía irreparable, ridícula y hasta insensata (con todas sus vertiginosas consecuencias) es mi modus operandi. Mi ex enamorada me dijo alguna vez que soy caprichoso con este tema, que mis berrinches no tienen final hasta que no tenga todo bajo control, pero ¿Qué puedo hacer?

Existen otros mecanismos menos nocivos en mis hábitos, por ejemplo el escuchar música. Soy un melómano, soy incapaz de vivir sin música, pero no cualquier música ¡Ojo! Cada momento necesita su propia música de fondo. A las seis de la mañana, entre rabietas y malhumor, me levanto de la cama y me pongo la ropa de deporte, mientras termino de ponerme las zapatillas de correr, mi mente está en coger mi iPod y seleccionar un playlist especial donde sólo hay música para correr, esa música que me inyecta energía para poder sacar fuerzas y hacer ejercicio. Existe otro playlist variado con música para movilizarme por la ciudad en bus, caminar o leer. Otro para viajar. Y otros playlists que celosamente están guardados ya que estos, conjuntamente, son recuerdos de épocas concretas de mi existencia. Ningún playlist puede sonar en una actividad que no le corresponda, no está permitido, y si otra actividad de mi interés se está acercando, es preciso y de primera urgencia armarle un playlist bien estudiado que pueda acompañar dicha actividad. Mi mamá dice que le parece hasta enfermizo que escuche música para bañarme o ir a comprar a la esquina.

Pero en esas dimensiones no se desarrolla por completo mi problema, solo pataletas de que dejen todo en su lugar y que no me alteren mi ritmo natural.

Sin embargo, existe una dimensión donde realmente mi ansiedad, mi angustia y mis terrores, causados por la incertidumbre, dan rienda suelta a torturar a mis dedos, a despertar el insomnio y a mi hábito de fumar como energúmeno, y esta es en mi vida personal, es decir, como metódico que soy, tengo un proyecto de vida, un plan en marcha que últimamente se ha desbaratado con circunstancias que no esperaba que sucedieran “El factor sorpresa.” Dijo César y sí ¡Vaya sorpresitas! Me han dejado atónito, he roto mi ritmo, me ha dejado con la duda de lo que va a suceder y he entrado en un cuadro de miedo total. Pobre mis dedos, pobre mis pulmones, pobre mi sueño. Me siento agotado, leo y me desconcentro, ya casi no salgo a correr.

Yo no contaba con que todos estos desajustes en mi plan quinquenal se vengan de un solo golpe y siento que me quedo varado, quieto en la nada sin saber a dónde ir o qué hacer. Este error en el sistema no se arregla con un reinicio, con un Ctrl + Alt + Supr o en un acto de locura con desenchufar la máquina y dejarla descansar, esto necesita construir un nuevo plan, organizarlo, fijar fechas de vencimiento de cada movimiento y ponerlo en marcha, pero es más paralizante de lo que parece.

No pienso en ahondar en el tema, quizá lo haga luego.

César me ha dado una solución inmediata a este asunto, una receta en la que estoy confiando sin cuestionarla: ESCRIBIR, sí, rarísimo, escribir. Suena fácil, en el facto lo es, pero no se trata de escribir cualquier cosa, hay que exteriorizar que tengo miedo, exteriorizar y ver que tengo dudas y ¡Maldita sea! Es difícil decir que tengo miedo y dudas sabiendo que en estos temas soy bastante reservado y no se lo digo a nadie, pero acá va mi intento de salvar a mis dedos, mis pulmones y a mí mismo de la catástrofe.

No hay comentarios: